El cine antes era una experiencia. Una experiencia que llenaba y dejaba con la boca abierta.
Las salas de hoy en día, aún con mayores avances tecnológicos, no le llegan ni a los tobillos -en la mayoría de las ocasiones- a las salas de los 90 y los primeros años del nuevo siglo.
Recuerdo con añoranza el Cine Santander, en la localidad con el mismo nombre, que fue el primero que desapareció de las grandes salas de la capital cántabra o el insuperable Cine Capitol que, seguramente, sea la mejor sala que he tenido el gusto de conocer. Y que menos que mencionar El Coliseum, cine Koska y los Ángeles.
Pero era un espectáculo ir al Capitol. Un sonido increíble, una pantalla magnífica y dos horas donde todo era magia. No se quedaban como ahora en emitir solamente la película, si no que se podía ver una serie de trailers que te permitirán ir planificando tus próximas visitas al cine.
Sí, ahora hay mucha tecnología en casa pero la magia del cine es eso: pura y sencilla magia. Espectáculo y diversión.