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Viejo 06/03/10, 21:32:15
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Pumbyto Pumbyto no está en línea
Usuario veterano
 
Fecha de registro: ene 2010
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Este poema de Santa Teresa de Jesús sobre nuestras amigas la Muerte y la Esperanza no se puede simplemente leer, hay que recitarlo en voz alta. Hazlo y verás qué bonito.

Lo dedicamos a nuestra amiga la Muerte, la de rostro sonriente -a pesar de cómo la pintan algunos artistas pesimistas y depresivos-, la experiencia que nos lleva a Dios, la puerta que nos conduce a estar con nuestros seres queridos para siempre, la luz que nos inunda de felicidad infinita y eterna. Muerte querida, muerte bella, muerte amiga, hermosísima criatura de Dios, gracias por traernos a nuestro Amado para siempre en el mismo momento en que nos beses, como has hecho ya con algunos de nuestros familiares y antepasados. Te esperamos para recibirte tan pronto Dios disponga, llenos de Esperanza y Alegría por ver al Señor.



Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero
que ¡muero porque no muero!

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí.
Cuando el corazón le di
puso en él este letrero:
que ¡muero porque no muero!

Esta divina prisión
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón.
Y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero
que ¡muero porque no muero!

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero
que ¡muero porque no muero!

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga
más pesada que el acero,
que ¡muero porque no muero!

Sólo con la confianza
vivo, de que he de morir.
Porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que ¡muero porque no muero!

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta;
mira que sólo me resta
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que ¡muero porque no muero!

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que ¡muero porque no muero!

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
¡Quiero muriendo alcanzarle!
Pues tanto a mi Amado quiero,
que ¡muero porque no muero!