Privacidad chaval, que estás muy verde. Nadie tiene porqué saber en qué pensamos, de porqué hacemos ciertas cosas o porqué no reaccionamos como otros quisieran.
Toda acción conlleva una reacción, queramos o no, que puede conllevar a su vez consecuencias desagradables. En este sentido, whatsapp nos obliga a contestar para evitar un posible mal, que es completamente factible a que pase. La privacidad bordea muchos apartados de nuestra mente, nuestra psicología, a veces para evitar situaciones de estrés o porque simplemente la persona aspira a ella, por motivos sentimentales y/o emocionales, por agrado y cualquier otro motivo en el que posiblemente una persona de más o inadecuada es una intromisión a nuestro punto de estabililidad de pensamiento, de reflexión, de respiro.
En estos casos, una persona o x personas, mandando un whatsapp en un determianado tiempo de nuestro momento, llamalo zen, yoga, o tv puede vulnerar nuestra privacidad de pensamiento, del poder estar, y cohexistir con nosotros mismos cuando y donde queramos, sin sentirnos obligados a ejercer una actividad opuesta a nuestras preferencias.